8M: de lo personal al poder colectivo

En 1995, la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing marcó un momento clave en la lucha por la igualdad de género. Allí se adoptó la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, un plan global para fortalecer los derechos de las mujeres. Este documento estableció 12 áreas de trabajo fundamentales, como el acceso a la educación, la eliminación de la violencia de género y la reducción de la pobreza. Sin embargo, casi 30 años después, América Latina y el Caribe siguen enfrentando grandes retos, con desigualdades y violencias que dificultan el avance hacia una sociedad más equitativa.

 

Hoy en día, la región atraviesa una fuerte polarización que limita los derechos y profundiza las desigualdades. Actualmente, 183 millones de personas viven en pobreza y 72 millones en pobreza extrema, afectando especialmente a mujeres indígenas y rurales. Por ejemplo, el 43.9% de las mujeres indígenas vive en condiciones de pobreza, comparado con el 20.9% de los hombres no racializados. Estas desigualdades no solo son económicas, sino que se agravan por factores como el origen étnico, la orientación sexual, la identidad de género y el acceso a la educación.

La violencia de género sigue siendo un problema grave en la región. En 2022, más de 4,000 mujeres y 344 personas LGBTIQ+ fueron asesinadas en América Latina y el Caribe. Como señala el informe “Rompiendo Moldes”, estas violencias no son solo un problema doméstico, sino el resultado de un sistema que perpetúa desigualdades y desprotege a las mujeres y personas diversas. Estas cifras reflejan la falta de acción por parte de los gobiernos y demuestran que la violencia no es solo un problema doméstico, sino el resultado de un sistema que no protege a las mujeres y poblaciones diversas. Al mismo tiempo, las redes sociales se han convertido en un espacio donde se refuerzan estereotipos y violencias, pero también en una herramienta para visibilizar la lucha por los derechos y la igualdad.

 

A pesar de los desafíos, hay razones para la esperanza. Las nuevas generaciones están impulsando un cambio social, cuestionando los roles de género y utilizando las redes para denunciar la violencia. Sin embargo, este activismo se da en un contexto difícil, con gobiernos autoritarios que amenazan los derechos humanos. En este panorama, el 8 de marzo es una fecha clave para exigir justicia, reconocer la resistencia de las mujeres y movilizar a la sociedad hacia un mundo más igualitario. La lucha por la equidad no solo es una cuestión de género, sino también un compromiso con la democracia y los derechos humanos para todas las personas.